Algunos días sin música (2013), de Matías Rojo

02.08.2021

Si como espectadores y consumidores de tanto cine extranjero se nos hace difícil mirar una película argentina de esas que son medianamente conocidas y estrenadas en salas populares, ni hablar de esos casos en los que se nos presentan largometrajes producidos y realizados en el interior del país. En este caso, voy a dar una rápida mirada a una co-producción argentino-brasileña, ópera prima del también sociólogo mendocino Matías Rojo.

Algunos días sin música cuenta la historia de Guzmán, Email y Sebastián, tres chicos mendocinos cuyo acto solipsista los lleva a creer que, con el poder de la mente, han matado a la maestra de música de su colegio durante la interpretación del himno nacional el primer día de clases. Tras la muerte de esa maestra, se declaran días de duelo y los chicos, cargados de culpa por lo que creen haber hecho, se juntan día a día y planifican la manera de pedir perdón y estar en paz con un mundo que apenas están empezando a habitar.

En Peluqueros, un barrio pobre situado en el departamento de Las Heras de la provincia de Mendoza, los tres chicos conviven con realidades diferentes entre sí: mientras Sebastián ayuda a su madre como empleada doméstica, Email vive con su padre y practica artes marciales, en tanto que Guzmán sufre hambre y penurias viviendo con su abuela, quien suele maltratarlo verbalmente. En este contexto, la película de Rojo se inscribe en el universo de lo cotidiano pero alejado de la parafernalia tecnológica de las ciudades. Así, el relato se configura a la manera de una aventura, en parte inspirada u homenajeando al cine estadounidense de aventuras juveniles de los años 80' -como es el caso de Cuenta conmigo de Rob Reiner o Los Goonies, de Richard Donner; incidentalmente, no es una referencia casual puesto que estas películas pertenecen a una época previa a la explosión tecnológica que se dio en los años 90'. En el espacio tópico del día a día, los chicos se encaminan hacia su objetivo, mostrando la película un ritmo deliberadamente pausado para permitir la exploración de sus inquietudes.

La imagen que remite a la recordada película de Rob Reiner.

Algunos días sin música presenta una narración lineal de los acontecimientos favoreciendo la atención en el desarrollo de las preocupaciones de los chicos, convirtiendo el hecho de la muerte de la maestra en un punto de partida para reflexionar sobre la inestabilidad del fin de la infancia en ese contexto. Hacia el final, a pesar de las aclaraciones, los chicos siguen creyendo en el poder de la mente cuando es colectiva: aquí subyace la idea de que un adulto no puede realmente imponerles qué creer. Como en un cierre in media res: Guzmán se sube a un camión que transporta frutas para buscar a su padre que es jornalero, mientras que Email se va con la chica del barrio que todos deseaban; Sebastián, por su parte, se aleja en bicicleta, siguiendo su camino. Hacia dónde, sólo puede verse la esperanza.


Es mejor mirar al cielo que vivir en él. 
(Truman Capote)
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