La vuelta al rodeo. Cry Macho (2021), de Clint Eastwood

23.09.2021

Clint Eastwood volvió al rodeo. Literalmente. Su nueva película, Cry Macho (2021), es un extraño combo entre western crepuscular, comedia dramática y relato de aventuras en el que el ya mítico realizador y actor hace las veces de un ex campeón de rodeo. Aunque parezca lo contrario, no resulta fácil hablar de aquellos/as directores/as cuya filmografía admiramos, puesto que no siempre vamos a encontrarnos con buenas obras. Cry Macho, a mi entender, se queda a medio camino de su objetivo, y aunque es bella y tiene momentos entrañables, no es la mejor versión de Clint, ni de cerca.

En primer lugar, comencemos por lo "flojo" que tiene el film. Las actuaciones no se van a llevar ningún premio -aunque eso no significa mucho. Cuando el protagonista es una persona de noventa años no hay muchas opciones en relación al elenco; si bien hay casos en los que un solo veterano puede sacar adelante una película (me viene a la mente Emanuelle Riva y su conmovedora actuación en Amour teniendo cerca de 85 años), Cry Macho exige una variedad de recursos que, aunque Eastwood logró cumplir de manera escueta -monta un caballo, maneja autos y casi no tiene problemas para trasladarse dentro del cuadro-, dejan muy en evidencia su estado (bastante bueno para alguien de 90!). Quizás lo más apropiado hubiera sido rodear a Clint de mayor presencia, lo cual hubiera resaltado el tono crepuscular y también su figura de mito de la pantalla grande; en cambio, tenemos actores y actrices que difícilmente pueden adquirir esa pregnancia ni disputarle el goce del espectador. Mención especial merece el joven co-protagonista Rafo (Eduardo Minnett), cuyas expresiones no alcanzan a motivarnos a sentir empatía por un muchacho que sufre el desapego y la disputa por parte de sus padres y encuentra en Mike Milo (Eastwood) el padre que pudo haber tenido y/o querido, siendo potencialmente un personaje entrañable pero que no resulta atractivo.

Otro punto débil de la película son los giros argumentales. Desde el principio se nos pone a prueba con la proposición de que a un hombre de noventa años se le asigna la misión de cruzar la frontera que divide Estados Unidos con México para ir a secuestrar a un menor de edad. A pesar de que es totalmente comprensible la aparición de este tipo de acciones dentro de la trama, la elección de un héroe de esa edad hace muy poco creíble la travesía. Obviamente, esto sólo es posible cuando el argumento gira alrededor de un mito: Clint Eastwood no necesita presentación, ya que su figura cinematográfica -especialmente en los últimos treinta o cuarenta años- ha sido glorificada como la de 'el último vaquero' tanto por su conexión con los spaghetti western como por su gran aporte al western crepuscular (sólo por citar, El fugitivo Josey Wales, El jinete pálido y Los imperdonables son algunos de los mejores westerns modernos que se han realizado). Sólo alguien como él, cuyo personaje aquí es el de un experto en rodeo ya retirado pero considerado una gloria de esa actividad, sería capaz de esa hazaña. Claramente el personaje de Milo es metadiscursivo y alimenta -retroactivamente, ya que las fotografías de un joven Milo son las de un joven Eastwood- la imagen de héroe crepuscular de Eastwood. A pesar de ello, esta proposición inicial hace cuesta arriba el visionado de la película.

Sin embargo no todo lo que se ve es flojo. La fotografía es sencillamente delicada y sobria, con algunos pasajes de gran belleza pictórica, como cuando Milo decide recostarse en el desierto y lo vemos por medio de su silueta a la luz de la luna. La composición de los encuadres tiene buenas intenciones, y es que como en casi toda su filmografía, las películas de Eastwood rinden culto al cine clásico -se lo suele denominar el último gran director clásico de Hollywood- y por ende sus cuadros están motivados por el realismo más cuidado, sin caer en excesos ni poner demasiados acentos en los detalles. Además, a pesar de los problemas argumentales la película no es lenta puesto que los hechos se desarrollan con relativa rapidez, incluyendo los típicos montajes alusivos a la construcción mítica de este tipo de héroe como los momentos en que Milo enseña tareas a Rafo -principalmente cómo domar a un caballo- o las escenas pseudo-románticas que tanto se han criticado en las redes. Precisamente la nota de color la brinda esa relación sentimental de Milo con Marta (Natalia Traven), la tendera de un bar: más allá de la incongruencia que genera situar a Eastwood como galán a esta altura de su carrera -lejos ya de la presencia de un galán maduro como supo ser en Los puentes de Madison-, lo cierto es que la elección de la hermosa canción Sabor a mí (el bolero del Trío Los Panchos) otorga un placer camp pero a su vez de gusto añejo que, por supuesto, agiganta la imagen mítica del último vaquero.

Y finalmente, se puede hacer mención a Macho, el gallo de Rafo que no es protagonista pero cuyo simbolismo se interpretaría de varias maneras; sin embargo, me gustaría pensar sólo en una de ellas, la cual identifica al animal con ese trayecto que el chico recorrió para encontrar su destino, y ahora queda en manos de Milo que vuelve a México en busca del suyo. Resta esperar que no sea el final del camino para Clint, que supo siempre -dentro de su estética clasicista- cómo reinventarse a sí mismo.


Es mejor mirar al cielo que vivir en él. 
(Truman Capote)
Creado con Webnode
¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar