De caminos, identidades y cuerpos

17.11.2021

Ella, rubia, angelical. Él, el que recibe las bofetadas.

La luz la acompaña; él, lee su mano entre sombras. Y sin embargo están juntos, dentro de un espacio que se autodefine como la conjunción de lo uno y lo otro, la luz y la sombra, lo puro y lo impuro, lo continuo y...

Y en esa lectura de manos, el amor según él se bifurca entre dos caminos, el amor y la muerte, línea blanca y línea roja, la primera en referencia a alguien que viene 'escondiéndose'. La otra línea, es de alguien a su lado en silencio y tan cerca suyo. El presagio de aquello por venir está concertado.

"Un hombre que recibe bofetadas en público sin devolverlas, siempre es un éxito cómico", exclama Alejandro, el personaje interpretado por el gran Narciso Ibáñez Menta; pocas cosas peores pueden sucederle a un ser humano que la pérdida (por sustracción) de la identidad.

Sea Lon Chaney en la versión homónima de Sjöström, Fredric March en su inolvidable personificación de Jean Valjean para Les Miserables de Boleslawski, o el mismo Ibáñez Menta en el filme de Hardy, quizás no haya maquillaje -y eso que la caracterización de este último como payaso es notable- que alcance a la notoriedad actoral de un cuerpo despojado de su identidad que continúa siendo cuerpo, y, porqué no, vida.

Sobria película, grandes actuaciones y una narrativa fluida que no pierde el tiempo ni se estanca en descripciones contextuales para enfocarse en el factor humano, donde el propio ser tiene en juego su -casi- más valiosa posesión, que es esa posibilidad de nombrarse como un yo.


   El que recibe las bofetadas, de Boris Hardy (1947). Guión de Alejandro Casona sobre la novela de Leonid Andréyev.

Es mejor mirar al cielo que vivir en él. 
(Truman Capote)
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