El Cine Argentino

24.04.2018

Me parece importante (para mí mismo) comenzar este blog hablando de lo que significa el cine argentino para mí. Porque es un cine que debo confesar no he visto mucho (algunos se ofenderán cuando lean que, por ejemplo, todavía no vi Pizza, Birra, Faso, o aquellas epopeyas documentales de la época más revolucionada de nuestro país como La hora de los hornos...)

Mi conocimiento del cine argentino se vincula principalmente con la época clásica, con ciertas películas de determinados directores (Amadori, Demare, Soffici o Romero), los directores a quienes considero más cercanos a la idea de fetiche dentro de nuestro cine (Torre Nilsson, Favio), y, cómo olvidarlas, las absurdas y disparatadas comedias de los 80'. Como tantos otros argentinos, crecí con el mito de que no valía la pena ver cine argentino; en casa, sin embargo, había un respeto por nuestro cine clásico, ya que desde mis abuelos existía una cierta tradición familiar de concurrir semanalmente a algunos de los "teatros" de su ciudad. Así, abundan las anécdotas -en particular las de mi papá- sobre salas, películas, afiches, detalles, etc, que hacían al mundillo del cine de la época. 

Con el correr de los años, claro, fui conociendo algunas vertientes de nuestra cinematografía, pero aún me queda muchísimo por ver. Quizás haya en mí una falta de empatía ante las producciones argentinas, o tal vez se trate de la influencia del pasado (en los tiempos en los que consumía mucho Hollywood), pero lo cierto es que aún es bajo el porcentaje de películas argentinas que veo en comparación con el resto de las cosas que consumo. Cada tanto le doy la oportunidad a alguna que otra peli, pero me falta constancia a la hora de ver -y pensar- un poco más nuestro cine.

Sin embargo, escribo estas palabras para reafirmar la importancia de sostener la producción nacional. Las razones son muchas que no me corresponde enumerarlas, pero es importante proteger la identidad nuestro pueblo, de lo que significa ser argentino o, según corresponda, de alguno de nuestros pueblos originarios; no se puede escindir al cine de lo social, no desde el punto de vista cientificista, sino por el mero hecho de contextualizar la producción artística y otorgarle un sentido de acuerdo con su origen y realización. Después se puede pensar en la cuestión de la recepción, y de cómo admitimos -o no- la concretización de nuestra realidad en la pantalla grande. Pero ese es tema para otro artículo que probablemente escriba más adelante. 


Es mejor mirar al cielo que vivir en él. 
(Truman Capote)
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