El Cuento de la Criada, de Margaret Atwood

20.08.2024

A veces, el futuro parece indistinguible de lo actual. Quizás, pequeños detalles nos diferencian de aquél. Nos puede parecer ambiguo, es decir, es posible interpretar ese futuro tanto de manera positiva como negativa, según el enfoque. 

No digo que ese sea el caso de El Cuento de la Criada, la maravillosa novela distópica de la autora canadiense Margaret Atwood publicada en 1985. No es fácil, nada fácil ensayar un comentario acerca de esta novela sin dejarse contaminar por la estimulante serie de televisión de Hulu que se basó en ella; sin embargo, lo que sigue es un recuento de la novela de Atwood.

Situada en lo que se denomina la región de Nueva Inglaterra (conformada por el noreste de EEUU y limitando con el sureste de Canadá) en un futuro desconocido pero presumiblemente cercano, la novela cuenta la historia de Offred ('of Fred', de Fred, su amo), una criada cuya tarea exclusiva es brindar a su comandante -Fred- y a la esposa de éste -Serena Joy- un bebé. Su condición de criada le es otorgada debido a su fertilidad o su capacidad para procrear vida. Offred es una figura ambigua: al principio de la historia, se deja notar su sumisión al régimen u orden establecido, entendiendo y aceptando las leyes impuestas; sin embargo, a medida que la narración avanza y conocemos más a fondo sus impresiones sobre la vida en Gilead (ese nuevo estado ultra-patriarcal), empezamos a diferenciar lo que sería el sentido común y la voluntad de acatamiento de Offred por un lado, y sus deseos de quebrantar el orden y la ética impuesta por todo patriarcado por el otro. 

Gilead se instaura como un régimen patriarcal demagógico cuya intención sería restaurar el control de los hombres, suprimiendo con ello todo derecho civil y moral de las mujeres, quienes ni siquiera pueden disponer de su ciclo reproductivo de la manera en que les plazca. En la novela se comenta brevemente el contexto climático, el cual -tras guerras civiles que desembocaron en el asesinato del presidente y la posterior instauración de esta dictadura fanática- nos muestra a una Tierra deteriorada por la polución ambiental y un posible índice alarmante de radiación. En este futuro de proporciones pseudo-bíblicas, el gobierno impuso una estructura de códigos de identificación jerárquica que se sustentan principalmente en el uso de colores para definir rangos sociales. De esta manera, las esposas de los comandantes deben vestir ropas azul cielo, las tías (mujeres mayores que disciplinan a las procreadoras) de marrón, las sirvientas -aquellas que no sean fértiles- de verde, y por último las criadas reproductoras de color rojo.  

A pesar de un contexto opresivo en el que cada paso y decisión de la protagonista para estar completamente controlado, por medio de su palabra en primera persona podemos percibir su espíritu de lucha y su tenacidad para conservar la cordura en un mundo que busca manipular y doblegar toda virtud femenina excepto la procreación. Asimismo, a través de su relato nos damos cuenta que, en realidad, hasta los sistemas más férreos y cerrados tienen sus grietas, sus fallas. Offred encuentra esos intersticios -como por ejemplo su relación con Nick, el chofer de la familia quien también es un espía contra el estado dictatorial- para exteriorizar sus deseos y para reivindicarse a sí misma como una mujer que puede decidir sobre su destino. 

A diferencia de la serie de tv, en la que luego de una temporada se dedica a desarrollar las idas y vueltas de Offred (también llamada June en la serie) como parte de la resistencia organizada dentro de Gilead, la novela decide poner punto final antes de elaborar cierres a su historia personal: en la novela, jamás se produce el reencuentro de Offred con su hija ni con su esposo, y la evolución del personaje llega hasta un punto en el que la confrontación con las autoridades se hace inevitable, dejando en suspenso lo que sucede luego. A partir de allí, Atwood nos ofrece un epílogo en el cual, décadas después de la caída de esta dictadura, se analizan grabaciones en cinta que testimonian la palabra de Offred como una prueba vehemente -aunque ambigua, según ellos mismos señalan- de los horrores de esta etapa en la historia. Este epílogo revisionista invita a pensar en cuestiones que por entonces resultaban problemáticas y aun hoy se considera que no se han solucionado. 

La novela alerta sobre el uso del sexismo para propósitos autoritarios; además, critica la implantación de determinados estatus que señalan y separan a unos individuos de otros por características caprichosas, en particular la idea de no-mujer, esa diferenciación de mujeres según su capacidad reproductiva y su utilidad al dogma religioso impuesto. De hecho, estas criadas ni siquiera mencionan su nombre porque lo tienen prohibido, siendo un derecho que se les ha extirpado de sus vidas, algo tan básico para definir la identidad de un ser humano. En el fondo, no se puede evitar tender un lazo entre la novela y ciertas movidas propias de la sociedad norteamericana de entonces, movidas que lejos de ir erosionándose, han continuado hasta nuestros días, incluso en la forma de un voto democrático que alienta sistemas opresivos. No hablo de Estados Unidos, necesariamente. Pero aun hoy, casi cuarenta años después de publicada la novela, y a la luz de muchos avances en favor de libertades para la mujer en pleno siglo XXI, la otra vereda -la del progresismo barato, de cartel, pero repleto de fallas internas- también puede resultar un camino opresivo y de imposiciones hipócritas. 

Una novela elocuente, emotiva, cruda, filosa. Un relato que gracias a su narración fluida y a su estrategia de mostrar lo suficiente pero sólo eso y nunca de más, conserva todavía su encanto y su capacidad para aterrorizar y advertir los peligros del fanatismo religioso y de la práctica de ideas oclusivas.

Es mejor mirar al cielo que vivir en él. 
(Truman Capote)
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