Esto es Estonia. November (2017), una fábula costumbrista

Eva Näripea, crítica de cine estonia y encargada del Archivo Nacional
Fílmico de la Academia Estonia de las Artes, plantea que el cine estonio propiamente
dicho emerge como un proyecto nacionalista en la década del 60', y lo hace para
diferenciarse de un cine soviético que apuntaba en sus obras a neutralizar todo
rastro de costumbrismo o de folklore local, en pos de un cine de masas. En esta
ponencia voy a analizar brevemente la película de terror y fantasía estonia November
(Rainer Sarnet, 2017), a la luz del texto de Näripea, indicando a esta película
como un interesante ejemplo de conjunción entre terror posmoderno (un terror en
el que los límites entre lo real y lo ilusorio se desvanecen o confunden al
tiempo que se produce un choque y una convivencia entre lo arcano, lo místico y
la tecnología) y el llamado "Proyecto Nacional" de un cine estonio moderno referido
por la autora, en el cual se aboga por un cine que presente especial
sensibilidad por lo local y que, a su vez, se estructure a partir de un sistema
trasnacional de producción. En ese sentido, Noviembre es una
co-producción con capitales holandeses y polacos; con experiencia en el cine de
animación, en publicidades y en cómics, la visión del realizador está formada por una concepción de hacer cine a través
de la intermedialidad o de la interacción entre elementos propios de otras
artes.
Para situarnos en contexto, Näripea plantea que el "Proyecto Nacional"
para un cine estonio surgió en los primeros años de la década del 60', con una
serie de películas que se centraron en contar historias íntimamente
relacionadas con lo local; bajo este precepto, se hizo mayor hincapié en, por
ejemplo, adaptar la literatura estonia, o bien fomentar películas escritas por
estonios para la pantalla grande. Noviembre está basada en una novela
moderna costumbrista del autor estonio Andrus Kivirähk.
La historia se desarrolla en un pueblo rural alejado de la urbanización,
un pueblo basado en el paganismo, con una fuerte creencia en los poderes
mágicos y en la convivencia con los espíritus del más allá. La época no es
precisa, pero se intuye que ocurre en una Estonia medieval ya que no hay
rastros de la ilustración o de la producción industrial en masa, aunque sí está
presente la amenaza constante de una plaga; pero también está como referencia
la presencia de la música de Beethoven, que nos anclaría entre los siglos 18 y
19, en los que gran parte de las clases media y alta estonia tenían orígenes
germanos. El título señala la llegada del invierno en un país que es uno de los
más septentrionales del planeta; en este contexto, los pueblerinos buscan
apiñarse de todo lo que puedan para atravesar el duro frío que los va a azotar,
llegando incluso a robarles a sus vecinos para sobrevivir. La película se
centra en Liina, una joven enamorada de un muchacho del pueblo; ella tiene la
capacidad de convertirse en una bestia feroz. El día en el cual nos sumergimos
en la historia es el Día de las Almas, una costumbre íntimamente relacionada
con el cristianismo. Conocida allí como hingedepäev, no hay mucho registro de
antes del siglo XIV, pero se sabe que, debido a que seguramente es muy antigua
su celebración, tiene un origen pagano que con el correr de los siglos fue apropiado
por el cristianismo, siendo asociado con lo que se llama comúnmente el día de
los muertos o de los difuntos.
Tal como Näripea señala, la motivación principal de Noviembre es mostrar
al pueblo estonio tal como se identificaban a sí mismos antes de la ocupación
soviética. Esto es, como un pueblo rural o campesino que vive alejado de las
grandes civilizaciones, y con una devoción y entrega hacia lo pagano. En Noviembre,
varias figuras míticas son reales y conviven con las personas. Una de ellas son
los kratts, unas criaturas metálicas que realizan labores para sus dueños; a estas
criaturas les son otorgadas un alma humana. De esta manera lo animista forma
parte de su universo, un universo que sin embargo también contiene al ya
mencionado cristianismo. Otros elementos que dan cuenta de una Estonia
medieval, alejada de lo urbano y moderno es la presencia de brujas, como
también de encantamientos; es una Estonia en la que las personas duermen junto
a sus animales (vacas), una Estonia en la que una vez al año los muertos se
reúnen con los vivos para comer y pasar la noche juntos; es una Estonia en la
que en cada luna llena, licántropos andan sueltos. Es una Estonia que pasa de
la violencia física al hedonismo grupal sin preocupaciones. Es una Estonia en
la que los pobres son muy pobres y tienen contacto estrecho con la muerte,
mientras que los ricos son muy ricos, viven aislados y también parecen estar
muy cerca de la muerte, pero en un sentido diferente a los otros.
Esto se opone a la construcción de una Estonia urbanizada y estandarizada
con símbolos soviéticos dejando su pasado más reciente bajo la alfombra, algo
que es severamente criticado por autores estonios.
Pero en ese pueblo también hay una gran casona habitada por gente
pudiente: estas personas, sin embargo, no parecen estar viviendo la vida en
toda su plenitud. Da la sensación que son seres fríos, desprovistos de toda
pasión. La ama de llaves, por ejemplo, aprovecha para robar los vestidos de su
ama, una anciana baronesa que apenas se despierta para alimentarse. Y una joven
aristócrata que formaría un triángulo amoroso imaginario con Liina y su amado,
camina sonámbula por los tejados de la mansión durante las noches.
Noviembre está filmada en blanco y negro, y esto es una
interesante variante para un film que puede ser considerado como de folk
horror. En este subgénero se tiende a mostrar -en su mayoría- a espacios
abiertos en los que la naturaleza salvaje suele
ser predominante (en su mayoría, pero no es la norma). Estos
espacios suelen ser retratados a su vez con colores vivos u opacos, pero que
siempre se identifican con la naturaleza, especialmente el verde. La
elección del blanco y negro en esta película nos permite, paradójicamente,
hacer que esa vida campesina de sacrificios nos resulte más palpable, quizás
por la nitidez de las imágenes y el equilibrio entre blancos, negros y grises. Aquí
es llamativo el uso simbólico que se les da a estos colores, asociando a los
espíritus con un blanco radiante -a diferencia de lo que se hace
tradicionalmente con la muerte o el más allá-; en la escena a la que hago
referencia, las almas de los difuntos -todas ataviadas con vestiduras blancas- surgen
de una niebla clara, para luego atravesar un oscuro y arbolado bosque en el
cual sus familiares vivos esperan por el reencuentro. Es interesante cómo se
identifica a lo que tiene que ver con el más allá con colores claros, y -insisto,
en esa escena- lo terrenal con lo oscuro, obviamente haciendo referencia al
luto, pero además vinculándose a esa creencia cristiana de que lo malo o el
padecimiento se queda con nosotros de este lado.
De hecho, la luminosidad empleada por la fotografía es su marca más distintiva,
ya desde la primera escena que impacta por su claridad, una escena en la que
vemos la gelidez avanzando sobre el territorio campestre, mientras un lobo gris
se confunde entre la blancura de su entorno. También ilustra a la pureza
femenina como una silueta negra detrás de un velo o cortina blanca, generando
un contraste a la inversa. Es posible que la manera más idónea de representar el
aislamiento y la carencia para esos pueblos estonios sea a partir de una
configuración pictórica sencilla desde la paleta de colores utilizada, y
también una marcada polarización de espacios que permita entender las
problemáticas de clase y los conflictos interpersonales.
Noviembre es una historia de amor, pero que esconde
otras problemáticas más desafiantes; como suele suceder en las fábulas, Noviembre
aborda cuestiones relacionadas con los vicios humanos. En una escena relevante
para la tesis de la película, un sirviente comenta, luego de hacerse con ropas
que llegaron al barón desde el exterior, que todo lo que está en suelo estonio
"les pertenece". Luego recuerda que el dominio extranjero de esas tierras se
consiguió de manera ilegal, matando a quien era su rey hace cientos de años. Convenientemente,
un barón toca Beethoven en el piano cerrando sus ojos, mientras a sus espaldas
los estonios se filtran por su casa, comen su comida, se ponen sus ropas y se
acuestan con sus mujeres, redondeando así una idea de revanchismo o de
autoapropiación de todo lo que está en suelo estonio.
Näripea va a retomar los preceptos del realizador estonio Juri Muur, una
suerte de abanderado del movimiento cinematográfico moderno de su país, señalando
que el nuevo cine estonio precisa acentuar un carácter nacionalista, mostrando
entornos relacionados especialmente con lo local, como por ejemplo la costa
báltica. Muur también hablaba de privilegiar lo rural por sobre lo urbano; surge
de manera tácita la pregunta ¿Vale tanto la pena vivir, como para hacer
semejante sacrificio?: de esta manera, Noviembre
estaría intentando reflejar un sentido de pertenencia, enfatizando a la vida
agrícola como orgullo nacional y, algo que también señala Näripea, la
resucitación de viejas costumbres, creencias y tradiciones que configuren un
espíritu propio de sus tierras.
Trabajos citados
Näripea, Eva (2012). "National space, (trans)national cinema. Estonian film in the 60's", en A companion to Eastern European Cinemas, pp. 244-264. West Sussex: Wiley-Blackwell