Esto es Estonia. November (2017), una fábula costumbrista

07.01.2025

Eva Näripea, crítica de cine estonia y encargada del Archivo Nacional Fílmico de la Academia Estonia de las Artes, plantea que el cine estonio propiamente dicho emerge como un proyecto nacionalista en la década del 60', y lo hace para diferenciarse de un cine soviético que apuntaba en sus obras a neutralizar todo rastro de costumbrismo o de folklore local, en pos de un cine de masas. En esta ponencia voy a analizar brevemente la película de terror y fantasía estonia November (Rainer Sarnet, 2017), a la luz del texto de Näripea, indicando a esta película como un interesante ejemplo de conjunción entre terror posmoderno (un terror en el que los límites entre lo real y lo ilusorio se desvanecen o confunden al tiempo que se produce un choque y una convivencia entre lo arcano, lo místico y la tecnología) y el llamado "Proyecto Nacional" de un cine estonio moderno referido por la autora, en el cual se aboga por un cine que presente especial sensibilidad por lo local y que, a su vez, se estructure a partir de un sistema trasnacional de producción. En ese sentido, Noviembre es una co-producción con capitales holandeses y polacos; con experiencia en el cine de animación, en publicidades y en cómics, la visión del realizador está formada por una concepción de hacer cine a través de la intermedialidad o de la interacción entre elementos propios de otras artes.

Para situarnos en contexto, Näripea plantea que el "Proyecto Nacional" para un cine estonio surgió en los primeros años de la década del 60', con una serie de películas que se centraron en contar historias íntimamente relacionadas con lo local; bajo este precepto, se hizo mayor hincapié en, por ejemplo, adaptar la literatura estonia, o bien fomentar películas escritas por estonios para la pantalla grande. Noviembre está basada en una novela moderna costumbrista del autor estonio Andrus Kivirähk.

La historia se desarrolla en un pueblo rural alejado de la urbanización, un pueblo basado en el paganismo, con una fuerte creencia en los poderes mágicos y en la convivencia con los espíritus del más allá. La época no es precisa, pero se intuye que ocurre en una Estonia medieval ya que no hay rastros de la ilustración o de la producción industrial en masa, aunque sí está presente la amenaza constante de una plaga; pero también está como referencia la presencia de la música de Beethoven, que nos anclaría entre los siglos 18 y 19, en los que gran parte de las clases media y alta estonia tenían orígenes germanos. El título señala la llegada del invierno en un país que es uno de los más septentrionales del planeta; en este contexto, los pueblerinos buscan apiñarse de todo lo que puedan para atravesar el duro frío que los va a azotar, llegando incluso a robarles a sus vecinos para sobrevivir. La película se centra en Liina, una joven enamorada de un muchacho del pueblo; ella tiene la capacidad de convertirse en una bestia feroz. El día en el cual nos sumergimos en la historia es el Día de las Almas, una costumbre íntimamente relacionada con el cristianismo. Conocida allí como hingedepäev, no hay mucho registro de antes del siglo XIV, pero se sabe que, debido a que seguramente es muy antigua su celebración, tiene un origen pagano que con el correr de los siglos fue apropiado por el cristianismo, siendo asociado con lo que se llama comúnmente el día de los muertos o de los difuntos.

Tal como Näripea señala, la motivación principal de Noviembre es mostrar al pueblo estonio tal como se identificaban a sí mismos antes de la ocupación soviética. Esto es, como un pueblo rural o campesino que vive alejado de las grandes civilizaciones, y con una devoción y entrega hacia lo pagano. En Noviembre, varias figuras míticas son reales y conviven con las personas. Una de ellas son los kratts, unas criaturas metálicas que realizan labores para sus dueños; a estas criaturas les son otorgadas un alma humana. De esta manera lo animista forma parte de su universo, un universo que sin embargo también contiene al ya mencionado cristianismo. Otros elementos que dan cuenta de una Estonia medieval, alejada de lo urbano y moderno es la presencia de brujas, como también de encantamientos; es una Estonia en la que las personas duermen junto a sus animales (vacas), una Estonia en la que una vez al año los muertos se reúnen con los vivos para comer y pasar la noche juntos; es una Estonia en la que en cada luna llena, licántropos andan sueltos. Es una Estonia que pasa de la violencia física al hedonismo grupal sin preocupaciones. Es una Estonia en la que los pobres son muy pobres y tienen contacto estrecho con la muerte, mientras que los ricos son muy ricos, viven aislados y también parecen estar muy cerca de la muerte, pero en un sentido diferente a los otros.

Esto se opone a la construcción de una Estonia urbanizada y estandarizada con símbolos soviéticos dejando su pasado más reciente bajo la alfombra, algo que es severamente criticado por autores estonios.

Pero en ese pueblo también hay una gran casona habitada por gente pudiente: estas personas, sin embargo, no parecen estar viviendo la vida en toda su plenitud. Da la sensación que son seres fríos, desprovistos de toda pasión. La ama de llaves, por ejemplo, aprovecha para robar los vestidos de su ama, una anciana baronesa que apenas se despierta para alimentarse. Y una joven aristócrata que formaría un triángulo amoroso imaginario con Liina y su amado, camina sonámbula por los tejados de la mansión durante las noches.

Noviembre está filmada en blanco y negro, y esto es una interesante variante para un film que puede ser considerado como de folk horror. En este subgénero se tiende a mostrar -en su mayoría- a espacios abiertos en los que la naturaleza salvaje suele ser predominante (en su mayoría, pero no es la norma). Estos espacios suelen ser retratados a su vez con colores vivos u opacos, pero que siempre se identifican con la naturaleza, especialmente el verde. La elección del blanco y negro en esta película nos permite, paradójicamente, hacer que esa vida campesina de sacrificios nos resulte más palpable, quizás por la nitidez de las imágenes y el equilibrio entre blancos, negros y grises. Aquí es llamativo el uso simbólico que se les da a estos colores, asociando a los espíritus con un blanco radiante -a diferencia de lo que se hace tradicionalmente con la muerte o el más allá-; en la escena a la que hago referencia, las almas de los difuntos -todas ataviadas con vestiduras blancas- surgen de una niebla clara, para luego atravesar un oscuro y arbolado bosque en el cual sus familiares vivos esperan por el reencuentro. Es interesante cómo se identifica a lo que tiene que ver con el más allá con colores claros, y -insisto, en esa escena- lo terrenal con lo oscuro, obviamente haciendo referencia al luto, pero además vinculándose a esa creencia cristiana de que lo malo o el padecimiento se queda con nosotros de este lado. De hecho, la luminosidad empleada por la fotografía es su marca más distintiva, ya desde la primera escena que impacta por su claridad, una escena en la que vemos la gelidez avanzando sobre el territorio campestre, mientras un lobo gris se confunde entre la blancura de su entorno. También ilustra a la pureza femenina como una silueta negra detrás de un velo o cortina blanca, generando un contraste a la inversa. Es posible que la manera más idónea de representar el aislamiento y la carencia para esos pueblos estonios sea a partir de una configuración pictórica sencilla desde la paleta de colores utilizada, y también una marcada polarización de espacios que permita entender las problemáticas de clase y los conflictos interpersonales.

Noviembre es una historia de amor, pero que esconde otras problemáticas más desafiantes; como suele suceder en las fábulas, Noviembre aborda cuestiones relacionadas con los vicios humanos. En una escena relevante para la tesis de la película, un sirviente comenta, luego de hacerse con ropas que llegaron al barón desde el exterior, que todo lo que está en suelo estonio "les pertenece". Luego recuerda que el dominio extranjero de esas tierras se consiguió de manera ilegal, matando a quien era su rey hace cientos de años. Convenientemente, un barón toca Beethoven en el piano cerrando sus ojos, mientras a sus espaldas los estonios se filtran por su casa, comen su comida, se ponen sus ropas y se acuestan con sus mujeres, redondeando así una idea de revanchismo o de autoapropiación de todo lo que está en suelo estonio.

Näripea va a retomar los preceptos del realizador estonio Juri Muur, una suerte de abanderado del movimiento cinematográfico moderno de su país, señalando que el nuevo cine estonio precisa acentuar un carácter nacionalista, mostrando entornos relacionados especialmente con lo local, como por ejemplo la costa báltica. Muur también hablaba de privilegiar lo rural por sobre lo urbano; surge de manera tácita la pregunta ¿Vale tanto la pena vivir, como para hacer semejante sacrificio?: de esta manera, Noviembre estaría intentando reflejar un sentido de pertenencia, enfatizando a la vida agrícola como orgullo nacional y, algo que también señala Näripea, la resucitación de viejas costumbres, creencias y tradiciones que configuren un espíritu propio de sus tierras.


Trabajos citados

Näripea, Eva (2012). "National space, (trans)national cinema. Estonian film in the 60's", en A companion to Eastern European Cinemas, pp. 244-264. West Sussex: Wiley-Blackwell

Es mejor mirar al cielo que vivir en él. 
(Truman Capote)
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