¿Para qué hablar de cine?

17.05.2018

Esta es una pregunta en sí misma superflua, al menos para aquellos que piensan en el cine como diversión, entretenimiento, sin importar lo bueno o malo que les parezca. Pero yo me pregunto a mí mismo porque quiero contestarme, darme una buena razón que lleve a excusarme de mis inclinaciones como espectador.

¿Cine? Sí, obviamente, me refiero a todo tipo de cine, desde el cine de la edad de oro hollywoodense de fines de los años 30' (el cual particularmente disfruto a fondo, a pesar de las fórmulas repetidas y las limitaciones que imponía el código Hays), pasando por el cine japonés más filosófico (véase Teshigahara o Mizoguchi, por ejemplo) y llegando incluso a los cortos animados de todas las épocas. Sí, todo esto es cine, es verdad, pero cada metraje, cada encuadre, cada diálogo, cada pausa y silencio cobran inmediatamente alguna dimensión, tenga el cariz que tenga. Incluso, como decía, tratándose de animación, no sólo la emotividad o la comedia pueden llegar a sobresalir en mis impresiones (ejemplos hay muchos, pero Wall-E es un caso emblema, y también la recientemente visionada por quien escribe, Gandahar).

¿Hablar? Pues claro, me parece que el cine no tendría tanto goce para nosotros si jamás pudiéramos comentarlo con alguien. Está bien, dirán que aún viendo en soledad un film, se puede disfrutar largamente, apreciar aún aquellos con poco conocimiento de la técnica y la cinematografía -e inclusive de cada contexto socio-cultural-; de acuerdo, es factible, pero yo agrego que la cuestión de 'hablar cine' es necesaria.

Aquí entonces es donde llegamos al Para qué. En primera instancia, cada individuo produce una interpretación propia e inconfundible, al ver una película. El punto de vista puede estar dirigido, influenciado, y por supuesto determinado por un bagaje cultural, social, cinematográfico, etc., propio de cada persona, pero el cruce de opiniones sobre impresiones alimenta el debate ya que discute la importancia de las películas. Muchas veces, la gran mayoría para ser sinceros, dicho debate no está conscientemente presente en la retórica de nuestros intercambios con amigos, parejas, familiares, etc. Pero está ahí, tácitamente, está ahí.

Luego, cada intercambio nos aporta -aunque no nos demos cuenta- cierta comprensión de mundo... bueno, tal vez es exagerado pensar en estos términos después de ver animaciones como Vacas vaqueras o las reversiones, secuelas o como gusten llamarse de clásicos de Disney como las que se hicieron sobre La Cenicienta; sin embargo, comprensiones de mundo, las hay. El poder de interpretar siempre está presente en cada uno de nosotros, y a medida que más visionamos (y consumimos, sin ánimos de dar connotación marxista a este término), más aprendemos, sobre lo que se nos dice, lo que no se nos dice, y sobre lo que salta a la vista, así como también sobre lo que ellos mismos -los realizadores- posiblemente no se han percatado (o de alguna manera cuando la película dispara sentidos diversos y divergentes a los que el autor puede haberse referido originalmente).

Finalmente, el juicio. Todos podemos establecer una conclusión, sostenida en esa guía de datos y ese bagaje antes mencionado. Es decir, cada uno de nosotros puede reflexionar y pensar qué se quiso mostrar, y/o decir en una película. Nadie tiene la verdad absoluta, en materia de arte esa sería casi una mala palabra: más bien, me gusta pensar que todos somos espectadores, que por supuesto hay que aprender a mirar, la mirada tiene que ser extrañada, como pensaba Brecht, no podemos confiar en lo que vemos y repetir linealmente lo que estamos viendo.

En definitiva, ¿para qué hablar de cine? Razones pueden escribirse ocupando tomos enteros, pero cuando la perorata acaba, queda el goce de compartir: pocas cosas me emocionan como el hecho de introducir a alguien en el visionado de determinado film, determinado cineasta, o reflotar viejos gags que quedan en el imaginario cinematográfico de la audiencia.

Cuando veo cosas de Hitchcock, a veces río en complicidad, aunque sea un crimen lo que está sucediendo. Así como alguna vez he llorado de risa con alguna comedia. Pero debo confesar que me siento un privilegiado: he tenido la oportunidad inestimable de compartirlo con alguien.

Es mejor mirar al cielo que vivir en él. 
(Truman Capote)
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