Voces desde la torre de los silencios

20.05.2018

Cada cuatro años llegan visitantes a la torre de los silencios. En ocasiones son hombres, pero la mayoría de las veces se trata de mujeres. Mujeres que buscan conquistar la paz; mujeres que anhelan tranquilidad y descanso; mujeres que buscan vencer la rutina del agobiante mundo empresarial. Bah, mujeres de todo tipo, de toda clase, mujeres jóvenes, mujeres viejas; hasta niñas se han visto por la torre de los silencios. Quizás, presumo, cansadas de tanto ruido, del sofoco que provocan trescientos sesenta y cinco días al año viviendo en pleno desarrollo social. Gracias a Dios que existen los años bisiestos.

Cuando se muestra la Luna en todo su esplendor, debo apagar todas las luces de la torre para poder estar en comunión con el brillo romántico de ese globo blancuzco. Perfecta es la armonía entre la Luna y los ojos de una mujer cuando, mirando desde adentro, coloco a la chica de espaldas al cielo con sus ojos bien abiertos. Muchos son los secretos que se guardan entre la torre y la Luna, pero pocos podemos guardar en una mujer, porque aquella te mira a ti con el mayor respeto y la distante serenidad (uno puede verse reflejado en esa distancia), mientras que a la mujer no podemos esconderle sentimientos ni miradas escrutadoras. Las mujeres logran que uno se desnude en su presencia, y consigue hacerse amar sin siquiera aparecer.

En ocasiones cae la lluvia, claro, pero nunca es desgarradora en la torre de los silencios. Vista a través de los cristales luce como una ráfaga de estrellas cayendo silenciosas. Si no fuera porque yo mismo descubrí eso, no creería que en la torre los cristales jamás se empañan con las gotas de agua; resbalan como una vez vi en el rostro de una adolescente respecto de sus lágrimas. Ella debía abandonarme e irse de aquí, era la lógica, y esas lágrimas caían de sus ojos pero al observar la lluvia y la nada desde la torre, esas mismas lágrimas desaparecían de su cara. Sus mejillas volvían a ponerse rosadas. Yo casi ni la recuerdo, a pesar de que era muy bonita. Ahora lo pienso y me pregunto si ella, pasados tantos inviernos, aún se acordará de la torre de los silencios. 

Es mejor mirar al cielo que vivir en él. 
(Truman Capote)
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